jueves, 5 de febrero de 2015

¡¡¡ LA VERDADERA HISTORIA !!!


                       La Leyenda olvidada de “El Duro”
                     (Etimología de un Pseudónimo)

En nuestro país, la expresión “duro” se utiliza para indicar dureza y solidez. En los países tropicales, especialmente del Caribe, además, se utiliza de manera frecuente preferentemente como concepto de dificultad, porfía, zozobra, apremio, perseverancia, firmeza, etc.
A mediados de nuestra permanencia en Panamá nos llevaron a un día de esparcimiento al balneario de Kobee Beach, cercano a Howard A.F.B, balneario controlado por la Policía Militar norteamericana, cuya playa tenía una zona de seguridad cercada por malla de acero sumergida, en prevención de los tiburones que se aproximaban frecuentemente al litoral.
Establezco un paréntesis, para recordar que en aquellos tiempos, a los discapacitados en Chile, normalmente se les sobreprotegía, ocultaba y limitaba e incluso, a veces, eran motivo no sólo de lástima, si nó también de burla y hasta de vergüenza para otros. (la Teletón ni siquiera se imaginaba entonses).Sorprendente, entonses, fue para varios de nosotros ver llegar un bus Blue Bird azul de la USAIRFORCE, que llevaba a la misma playa decenas de minusválidos jóvenes y adultos, hombres y mujeres con variadas “capacidades diferentes”, físicas y/o mentales, todos los cuales rápidamente hicieron gala de sus capacidades natatorias, en circunstancias que varios de nosotros, y me incluyo, recién estábamos aprendiendo a nadar con mucha dificultad, a pesar de tener todas nuestras extremidades y un muy buen estado físico sobre todo después de los “aporreos” del primer año, dirigidos por el “Caballo Vásquez”, el Sub-oficial González (“Escuadrillaaaa...¡Aihot!!!” ), “Paco” Oliva, “Ratón” Velásquez, etc., sólo por nombrar a los más “agradables”. Tal vez, mi mayor impacto fue respecto de un varón adulto el cual sólo contaba con pequeños muñones en los brazos y piernas (medio húmero izquierdo y casi nada del derecho; y pequeños muñones disparejos de los fémures, cerca de las caderas), quien sin dudar se metió por sus propios medios sin prótesis alguna y se puso a nadar vigorosamente y sin hundirse, tal como algunos temíamos.
El caso es, que a nuestro eximio nadador (comentaba que normalmente nadaba dos kmt. Ida y vuelta sin parar y comprobamos que no era una farsa), Castor Almonacid, le incomodó estar limitado y en medio de tantos usuarios en esa playa, temiendo, además, incomodar a los “especiales”, que nos participó a los que estábamos cerca que se iría a nadar a un espacio mas amplio y que estuviera a la altura de sus performances. Varios intentamos hacerle desistir, por cuanto se nos había dispuesto determinantemente la restricción de bañarse fuera de los límites de la cerca metálica. Fuimos con él, incluso, insistiéndole, pero se mantuvo firme en su decisión, pero tranquilizándonos al afirmar que sería sólo un ratito y saldría de inmediato, de manera que se introdujo en el agua y comenzó a nadar vigorosamente en un buen estilo de pecho y siempre derecho, derecho, derecho... Cuando ya pasaba de los 150 mtrs., aproximadamente, comenzamos a llamarle a viva voz para que regresara, pero quedamos con la convicción que no nos quería hacer caso, lo cual nos preocupó, ya que un par de policías militares a lo lejos también lo observaban, incluso con binoculares y ya caminaban en dirección a nosotros, por lo cual elevamos cada vez mas nuestros gritos, producto de lo cual se congregaron casi todos los del curso y decenas de otros visitantes, pensando en una posible tragedia.
A estas alturas, entre nosotros (nunca supe quién) salió un llamado, como un alarido entre desesperado e iracundo, que le grita: “Ya p’o Almonaciiiid, ¡¡¡No seai DUROOO...¡¡¡¡¡, tras lo cual la mayoría de los que allí estábamos se puso a gritar a voz en cuello eso de “Duro” acompañándolo de fuertes epítetos, sobre todo al ver que ya estaba como a 1 kilómetro de distancia y parecía no cansarse y no tener intención aún de regresar. Nuestra preocupación aumentó, cuando los P. M. , a través de su equipo de comunicaciones, dieron la alerta y prontamente se vió salir en su alcance una lancha rápida a motor con tres tripulantes. Vímos que uno de ellos levaba un fusil con el cual hacía puntería. Al estar aparentemente cerca de nuestro Castor, hacían ademanes de estarle llamando para que se acercara y subiese a la lancha, a lo cual parecía no hacer caso, La lancha comenzó entonses, una maniobra de navegar en círculo amplio a su rededor; un tripulante guiaba la embarcación, el otro hacia puntería y un tercero descargaba por la borda una red y vertía frascos con un líquido como tinta. Nuestro impacto fue mayor cuando el fusilero comenzó a disparar nutridamente hacia el agua y llegamos a temer por la integridad de nuestro protagonista, culpándolo por su rebeldía y obstinación. Los P.M., posteriormente, nos confirmaron que los disparos iban dirigidos a unos escualos que se acercaban peligrosamente a “El Duro”, y cuyas aletas nos pareció vislumbrar sobre las suaves ondas del mar en esa bahía. Al completar su ronda de disparos, hicieron maniobras para volver a acercarse a Almonacid, pero, en el intertanto, éste ya había comenzado el regreso a fuerza de brazos, sin detenerse nunca. Nuestra impresión, especulativa en todo caso, producto de los movimientos y gesticulaciones de los actores a esa distancia, era que se aburrieron de llamarle para que se detuviese y abordase la lancha, de suerte que próximos ya a la mitad de distancia de la orílla, cambiaron de rumbo y regresaron a su muelle.
Finalmente, salió Almonacid a la arena, sin aparentar agotamiento y con una cierta cara de estupefacción ante todos los curiosos reunídos esperándolo también, algo atontado frente a los fuertes epítetos que recibía de sus camaradas, sin parecer entender a que se debían. Estábamos tan enojados con él por ser tan “Duro”, (apelativo que lo ha acompañado durante toda su brillante carrera y hasta el día de hoy, o sea, más de 45 años), que nadie quería hablarle al respecto.
Tal vez por eso, al reencontrarme con él hace un par de años en uno de nuestros encuentros del Curso en dependencias de la Colegio Barcelona de Maipú, con el anfitrión Black Hill, le pregunté Almonacid si se acordaba de quién le había puesto el apelativo y en que circunstancias. Me expresó que no tenía idea, que simplemente nunca supo, que tal vez fuera por su gesto adusto e impenetrable. No podía convencerme de que no supiera o recordara nada de lo que he narrado, es más, poco faltó para acusarme de haberlo inventado. Para mi suerte, contaba en ese momento con un par de Castores que habían estado presentes en esa ocasión y que confirmaron la anécdota, aunque a pesar de su testimonio corroborativo, haciendo gala de su apodo, no pudimos convencerlo de la veracidad de ésta. ¿Será Duro???...

 Luis A. González Iñiguez