La Leyenda olvidada de “El Duro”
(Etimología
de un Pseudónimo)
En nuestro país, la expresión “duro” se
utiliza para indicar dureza y solidez. En los países tropicales, especialmente
del Caribe, además, se utiliza de manera frecuente preferentemente como concepto
de dificultad, porfía, zozobra, apremio, perseverancia, firmeza, etc.
A mediados de nuestra permanencia en Panamá
nos llevaron a un día de esparcimiento al balneario de Kobee Beach, cercano a
Howard A.F.B, balneario controlado por la Policía Militar norteamericana, cuya
playa tenía una zona de seguridad cercada por malla de acero sumergida, en
prevención de los tiburones que se aproximaban frecuentemente al litoral.
Establezco un paréntesis, para recordar que
en aquellos tiempos, a los discapacitados en Chile, normalmente se les
sobreprotegía, ocultaba y limitaba e incluso, a veces, eran motivo no sólo de
lástima, si nó también de burla y hasta de vergüenza para otros. (la Teletón ni
siquiera se imaginaba entonses).Sorprendente, entonses, fue para varios de
nosotros ver llegar un bus Blue Bird azul de la USAIRFORCE, que llevaba a la
misma playa decenas de minusválidos jóvenes y adultos, hombres y mujeres con
variadas “capacidades diferentes”, físicas y/o mentales, todos los cuales
rápidamente hicieron gala de sus capacidades natatorias, en circunstancias que
varios de nosotros, y me incluyo, recién estábamos aprendiendo a nadar con
mucha dificultad, a pesar de tener todas nuestras extremidades y un muy buen
estado físico sobre todo después de los “aporreos” del primer año, dirigidos
por el “Caballo Vásquez”, el Sub-oficial González (“Escuadrillaaaa...¡Aihot!!!”
), “Paco” Oliva, “Ratón” Velásquez, etc., sólo por nombrar a los más
“agradables”. Tal vez, mi mayor impacto fue respecto de un varón adulto el cual
sólo contaba con pequeños muñones en los brazos y piernas (medio húmero
izquierdo y casi nada del derecho; y pequeños muñones disparejos de los
fémures, cerca de las caderas), quien sin dudar se metió por sus propios medios
sin prótesis alguna y se puso a nadar vigorosamente y sin hundirse, tal como
algunos temíamos.
El caso es, que a nuestro eximio nadador
(comentaba que normalmente nadaba dos kmt. Ida y vuelta sin parar y comprobamos
que no era una farsa), Castor Almonacid, le incomodó estar limitado y en medio
de tantos usuarios en esa playa, temiendo, además, incomodar a los
“especiales”, que nos participó a los que estábamos cerca que se iría a nadar a
un espacio mas amplio y que estuviera a la altura de sus performances. Varios
intentamos hacerle desistir, por cuanto se nos había dispuesto
determinantemente la restricción de bañarse fuera de los límites de la cerca
metálica. Fuimos con él, incluso, insistiéndole, pero se mantuvo firme en su
decisión, pero tranquilizándonos al afirmar que sería sólo un ratito y saldría
de inmediato, de manera que se introdujo en el agua y comenzó a nadar
vigorosamente en un buen estilo de pecho y siempre derecho, derecho, derecho...
Cuando ya pasaba de los 150 mtrs., aproximadamente, comenzamos a llamarle a
viva voz para que regresara, pero quedamos con la convicción que no nos quería
hacer caso, lo cual nos preocupó, ya que un par de policías militares a lo
lejos también lo observaban, incluso con binoculares y ya caminaban en
dirección a nosotros, por lo cual elevamos cada vez mas nuestros gritos,
producto de lo cual se congregaron casi todos los del curso y decenas de otros
visitantes, pensando en una posible tragedia.
A estas alturas, entre nosotros (nunca supe
quién) salió un llamado, como un alarido entre desesperado e iracundo, que le
grita: “Ya p’o Almonaciiiid, ¡¡¡No seai DUROOO...¡¡¡¡¡, tras lo cual la mayoría
de los que allí estábamos se puso a gritar a voz en cuello eso de “Duro”
acompañándolo de fuertes epítetos, sobre todo al ver que ya estaba como a 1 kilómetro
de distancia y parecía no cansarse y no tener intención aún de regresar.
Nuestra preocupación aumentó, cuando los P. M. , a través de su equipo de
comunicaciones, dieron la alerta y prontamente se vió salir en su alcance una
lancha rápida a motor con tres tripulantes. Vímos que uno de ellos levaba un
fusil con el cual hacía puntería. Al estar aparentemente cerca de nuestro
Castor, hacían ademanes de estarle llamando para que se acercara y subiese a la
lancha, a lo cual parecía no hacer caso, La lancha comenzó entonses, una
maniobra de navegar en círculo amplio a su rededor; un tripulante guiaba la
embarcación, el otro hacia puntería y un tercero descargaba por la borda una
red y vertía frascos con un líquido como tinta. Nuestro impacto fue mayor cuando
el fusilero comenzó a disparar nutridamente hacia el agua y llegamos a temer
por la integridad de nuestro protagonista, culpándolo por su rebeldía y
obstinación. Los P.M., posteriormente, nos confirmaron que los disparos iban
dirigidos a unos escualos que se acercaban peligrosamente a “El Duro”, y cuyas
aletas nos pareció vislumbrar sobre las suaves ondas del mar en esa bahía. Al
completar su ronda de disparos, hicieron maniobras para volver a acercarse a
Almonacid, pero, en el intertanto, éste ya había comenzado el regreso a fuerza
de brazos, sin detenerse nunca. Nuestra impresión, especulativa en todo caso,
producto de los movimientos y gesticulaciones de los actores a esa distancia,
era que se aburrieron de llamarle para que se detuviese y abordase la lancha,
de suerte que próximos ya a la mitad de distancia de la orílla, cambiaron de
rumbo y regresaron a su muelle.
Finalmente, salió Almonacid a la arena, sin
aparentar agotamiento y con una cierta cara de estupefacción ante todos los
curiosos reunídos esperándolo también, algo atontado frente a los fuertes
epítetos que recibía de sus camaradas, sin parecer entender a que se debían.
Estábamos tan enojados con él por ser tan “Duro”, (apelativo que lo ha
acompañado durante toda su brillante carrera y hasta el día de hoy, o sea, más
de 45 años), que nadie quería hablarle al respecto.
Tal vez por eso, al reencontrarme con él
hace un par de años en uno de nuestros encuentros del Curso en dependencias de
la Colegio Barcelona de Maipú, con el anfitrión Black Hill, le pregunté
Almonacid si se acordaba de quién le había puesto el apelativo y en que
circunstancias. Me expresó que no tenía idea, que simplemente nunca supo, que
tal vez fuera por su gesto adusto e impenetrable. No podía convencerme de que
no supiera o recordara nada de lo que he narrado, es más, poco faltó para
acusarme de haberlo inventado. Para mi suerte, contaba en ese momento con un
par de Castores que habían estado presentes en esa ocasión y que confirmaron la
anécdota, aunque a pesar de su testimonio corroborativo, haciendo gala de su
apodo, no pudimos convencerlo de la veracidad de ésta. ¿Será Duro???...
Luis A. González Iñiguez