ANECDOTARIO HISTORICO BEAVERS
PRIMEROS
CASTORES MÁRTIRES DE AVIACIÓN.
PREÁMBULO
E INTRODUCCIÓN
Si bien, entre los Castores, nuestros
primeros fallecidos que recuerdo, sería, en primera Instancia Carlos Sabadini,
atropellado mientras se dirigía a su primer día de presentación al grupo 7, en
el plan de destinaciones desde la EE., y considerando que el recordado Antonio Álvarez
, caído con el Twin Otter en Puerto Montt, egresó con el curso posterior,(en
verdad, nunca dejamos de considerarlo como un Castor), Se podría decir que
Alamiro Aracena Flores Y Julio Zúñiga Cerpa, caídos en Colina el 30 de Julio de
1975, serían técnicamente nuestros primeros Beaver mártires de la FACH, caídos
en misión de vuelo.
Al
respecto, creo ser, modestamente hablando y sin pecar de falsa modestia ni menos de soberbia, quien
puede aportar a la más completa información respecto de las verdaderas
circunstancias en las que se produjo tan fatal y desgraciado siniestro, puesto
que existieron muchos elementos que intervinieron en ello y que no quedaron
reflejados en el sumario correspondiente, tanto porque las investigaciones del
accidente se orientaron a la causa inmediata, determinándose una falla
operativa del mecanismo de liberación del paracaídas de emergencia, cuanto
porque no fui considerado al respecto ni me pareció en ése entonces que fuese
importante para tales diligencias.
Hago
el alcance, que este testimonio personal se ajusta absolutamente a los hechos
reales de los cuales fui testigo directo, complementado por testimonios de
otros participantes también cruciales en los acontecimientos, sin ningún tipo
de magnificaciones ni adornos, como tampoco con ánimo de crear una historia
fantasiosa para darle sensacionalismo al
relato.
LOS HECHOS
Todo
comienza el lunes de la última semana de Julio, en la que se dio inicio a un
programa de saltos para cumplimiento de requisitos de personal de ejército, en
la que eran incorporados aquellos que debían cumplirlo para continuar estando
activos como paracaidistas sin perder el beneficio de mayor sueldo en dicha
condición. Éstos, provenían de diferentes unidades y especialidades del Ejercito
de Chile, quienes debían cumplir con un mínimo de saltos para cumplir ese
requisito y tener derecho a seguir recibiendo sobresueldo por riesgo de vuelo.
Entre
éstos, un cabo 1°, escribiente administrativo (Causante de la tragedia), a
quien posteriormente reconocí por haber sido testigo de situación producida y
provocada por ése mismo el año anterior con motivo de idéntico programa de
saltos. Se trataba de un personaje el cual, constante y subrepticiamente
realizaba variadas triquiñuelas con su equipo de salto, como una forma de
asegurar una fácil liberación de su paracaídas, situaciones que parecían y
aparentaba no ser a propósito, cada vez que era revisado, observado y corregido
por sus compañeros conforme a sus procedimientos de seguridad al prepararse ya
fuera en tierra como a bordo del avión y previo al salto; entre ellas, soltar
algunos elásticos que mantienen ordenadas las vueltas de la línea estática para
liberación del paracaídas, cortar el alambre de cobre del pin de seguridad del
paracaídas de emergencia y otras que , según creía, le facilitarían y
aseguraría un rápido y seguro desempaque del paracaídas. Cada vez que se le
descubría alguna de estas irregularidades, aparentaba no tener injerencia en
ellas y, posterior a su revisión final, volvía a ejecutarlas subrepticiamente.
Todo ello, demostraba ser producto de un gran pánico y terror al momento de
efectuar el salto, situaciones que, en todo caso, nadie podía asegurar que así
fuera, o bien era protegido por sus compañeros, quienes lo alentaban a
continuar con la actividad.
En
nuestro caso, los Load Master del avión veíamos que, como sucedía en muy
escasas ocasiones, algunos paracaidistas, se retacaban al momento de pararse en
la puerta, presos de pánico, ante lo cual le pateábamos el trasero
expulsándolos al vacío, siendo el mencionado anteriormente, uno de esos casos,
clara demostración de un miedo inescrutable a saltar.
En
este punto, hago una necesaria disgregación, para dar a conocer algunos
aspectos conocidos sólo por pocos Castores respecto de nuestros cursetes caídos
en ese trágico accidente de nuestra aviación. Me refiero a Alamiro Aracena
Flores y a Julio Zúñiga Cerpa:
Julio Zúñiga
C. (QEPD): Había regresado al servicio hacía menos de un año , luego de haber
estado cerca de un año antes haciendo uso de Permiso Sin Goce de Sueldo, situación
extraña cuanto que, además, aparte de reincorporarlo como el menos antiguo de
la promoción, le permitieron regresar a su Unidad de Origen excepcionalmente y
continuar como tripulante de C-47. Una de sus explicaciones, según me comentó
confidencialmente en forma humorística, era que prefería morir volando para el
Grupo 10, antes que los riesgos, frustraciones y molestias a los que se
enfrentó en su pretensión de buscar otros caminos laborales, en circunstancias
que, antes, se justificaba, precisamente, con que se iba a buscar nuevos
horizontes dados los riesgos que implicaba el volar tan continuamente.
Alamiro
Aracena F. (QEPD): Este caso es sumamente extraordinario y requiere mucha
explicación. Existen elementos extrasensoriales y premonitorios conocidos por
la mayor parte de los Castores
Tripulantes del GT-10 como de algunos Tripulantes de otras promociones de la
Unidad, dado que en diversas oportunidades expresó que estaba seguro que algún
día caería en uno de esos aviones, al punto que en diversas oportunidades,
manifestaba que no le era posible
subirse a un vuelo pues temía que esa podría ser la ocasión de sufrir el tan
temido accidente. Varias veces se le convenció de hacerlo de todas maneras
cumpliendo su deber, pero en otras varias hubimos de reemplazarlo, quedándose
en tierra, tras lo cual le asegurábamos que al no haber sucedido nada de lo
temido, debía no dejarse dominar por tales aprehensiones. En uno de sus últimos
vuelos, al que le costó mucho armarse de ánimo y valor (en general no era
miedoso, sólo respecto a volar en C-47 y al cabo de varios años de realizarlos
sin problemas). Se trató de una comisión al sur en el FACH 972, avión recibido
de parte de la Misión Aérea Norteamericana, donado a la FACH luego que el
Presidente Allende hubiera de tomar sus medidas de nacionalizaciones, exigir el
retiro de los “Gringos” de su base en Isla. De Pascua y el cierre de la Misión
Aérea. entre otras. Dicho avión, se encontraba en buen estado de conservación y
mantenimiento, pero su ala derecha solía crujir ante algunas turbulencias, lo
cual a Alamiro le hacía presumir que en ese avión se mataría, resultando para
él vuelos atormentadores, y nos repetía que en caso de suceder, no olvidáramos
que deseaba ser cremado y sus cenizas repartidas en su tierra natal (Til-Til),
aparte de otras solicitudes si se diera el caso.
Circunstancialmente,
a la fecha del accidente, había sido padre de una niña que ya tenía seis meses y formalizaron su
matrimonio con Patricia, la madre, lo
que le permitió, tomar el permiso correspondiente y solicitar luego un permiso
para cambio de domicilio, justo en los primeros días de la semana del fatal accidente-(debía
presentarse el miércoles).
Por mi
parte, en mi calidad de Jefe de Máquina del FACH 970 (avión ambulancia donada
por la Cruz Roja Chilena), inicié los vuelos de ése programa de saltos el día
lunes, continuando el martes. En ambos días, el anteriormente citado personaje
de ejército, volvió a repetir sus equivocadas estrategias. Sus compañeros, para
ayudarlo, cambiaban estrategias, tales como colocarlo en primer, tercer lugar o
al .centro de la línea, para ver si de alguna de esas maneras lograban darle
fluidez a la salida del salto. El día martes, en especial, el fuerte olor a
adrenalina producto del miedo que emanaba del paracaidista en cuestión, rebasó
los niveles anteriores, situación observada y comentada entre los participantes
más veteranos, haciendo crisis en él. Había nuevamente soltado elásticos intermedios
de la cuerda estática, cortado el alambre de cobre del pin de seguridad del
paracaídas auxiliar y deslizando la manilla de actuación de ése paracaídas de
emergencia, hasta el punto milimétrico antes de liberarse, todo ello posterior
a la revisión final del paracaidista y su equipo, pasando inadvertida esa
actuación. Lo ubicaron al centro de la fila; Al momento de ordenar la salida su
jefe de salto (Instructor ya conocido de nosotros) empezaron a saltar los
primeros y los de atrás empujando al retacado en cuestión, quien era forzado
hacia adelante, oponiendo fuerte resistencia con su mano derecha aferrándose a
las costillas del interior del fuselaje. Debido a esos forcejeos, justo antes
de pararse frente a la puerta del avión, se liberó el pilotín del paracaídas de
pecho (el cual lleva un resorte para expulsarlo de la funda y ayudar al
despliegue del paracaídas auxiliar), con la fortuna que el pilotín cayó al
interior del avión frente a la puerta y tanto el Jefe de salto como nosotros
los dos Load Master, lo contuvimos
abortando la continuación del salto, lo tiramos al piso amarrándolo con una trapa al piso contra la
mampara de la cabina a él y el amontonamiento de su paracaídas .
Debiendo
efectuarse un nuevo salto, recuerdo que, ya en tierra, sus compañeros lo
animaban a superar sus problemas y a “matar el Chuncho” de inmediato, ya que
era la última oportunidad de hacerlo y no perder el bono de riesgo con lo cual
quedaría además condicional en sus calificaciones afectando a su familia tales
consecuencias, logrando el objetivo de animarse a saltar , el cual fue el
último salto del que fui testigo y en el cual sus compañeros de fila lo
empujaban hacia adelante, pero frente a la puerta se aferró con ambas manos a
cada lado del marco, por lo cual fue necesario que el jefe de salto y nosotros
le aplicáramos la correspondiente patada de salida.
Ese
mismo día martes, mi Jefe de Línea, Suboficial Hernán Valenzuela Valencia
(QEPD), me ordenó presentarme a la guardia para reemplazar a un Centinela faltante,
sin perjuicio de continuar cumpliendo con el vuelo, por escases de personal.
Por más que me resistí y reclamé, no hubo caso, y luego de dejar preparado el
avión para los saltos del miércoles, hube de incorporarme como centinela del 2°
turno (amanecida); a lo más, logré que el jefe de línea se comprometiera a
intentar reemplazarme si lograba encontrar a alguien. A las 7 de la mañana del
miércoles (junto con el relevo del puesto en Tango 2), vino el jefe de línea a
decirme que habló con el Jefe de Ronda y que de inmediato me dirija al avión y
que no tendría reemplazo para mí y, pese a mis reclamos no tuve opción más allá
de que me tendría en cuenta si hubiese alguno disponible, eso, con tal de
tranquilizarme puesto que hubo tres alternativas que no me concedió. Llegó la
hora de la formación de las 08:00 y mi compadre Aracena no llegó a la cuenta, estando sin motivo.
Justo después de la retirada de la formación, yo no claudicaba en mi
insistencia, teniendo el avión preparado junto a Julio Zúñiga y el Cabo Brito
(QEPD). Adicionalmente, por ser fin de mes y yo estando de Cantinero de la
Unidad, debía pasar por revista de inventario de Bodega y, aún más, debía
asistir a clases de C-130 durante esa mañana, de modo que estaba muy complicado
por todo ello sin expectativas de poder cumplir con todo, alimentarme ni
descansar, cuando, en ese instante, aparece corriendo, la gorra en la mano y
asorochado el bueno de Alamiro, pidiendo disculpas de su atraso motivado por el
desconocimiento del actual recorrido y locomoción de su actual domicilio. Al enterarse de mi
situación y pese a las reticencias del Jefe de Línea por cuanto él no había
estado presente en la preparación del avión como era la regla general, le pidió
poder pagar al contado su falta por llegar atrasado, reemplazándome en el
vuelo, a lo cual accedió finalmente. Como los pilotos ya estaban en camino al
avión, ayudé a Alamiro a cambiarse rápidamente de ropa y lo acompañé a la
carrera al avión con los paracaidistas a bordo; subieron los pilotos, le ayudé
a subir, entregándole la escala del avión, cerrándole la puerta y procediendo a
retirar las cuñas, colocar el extintor para la partida de motores y guiar su
salida de la Losa de Operaciones. Esa fue la última vez que vi la cara de mi
querido amigo Alamiro, de Julio, del Coronel Oteiza, Capitán Paulus, Cabo Brito
y de un “Paquete” que, siendo de Los
Servicios, pidió autorización para embarcarse, falleciendo también junto a los
tripulantes y tres paracaidistas que no
alcanzaron a saltar.
Según
me relató personalmente el Sargento 1° de ejercito Jefe de salto que sobrevivió
a ese vuelo, él había conversado y revisado directamente al personaje,
comprometiéndose éste a cumplir todas sus indicaciones. Sin embargo, al dar la
orden de saltar, nuevamente entró en pánico y al ser empujado por los demás, se
arrastraba el equipo contra el fuselaje y la manilla se salió justo antes de pararse en la puerta,
saltó el pilotín siendo capturado por la turbulencia hacia el exterior,
desplegando el paracaídas de emergencia por sobre el estabilizador horizontal
izquierdo, extrayendo al paracaidista desde el interior, sin que nadie
alcanzara a reaccionar, pasando éste por bajo el estabilizador para, al
extenderse toda la cuerda estática, desplegarse el paracaídas principal el cual
se abrió completamente, provocando que las líneas del paracaídas auxiliar
rebanaran el borde de ataque del estabilizador, quedando frenados en la viga
del estabilizador. Así, con doble paracaídas abiertos, resultó en un
disminución violenta de la velocidad, entrando en Stall, Al mismo tiempo, el
jefe de salto vio la salida irregular del causante al que no alcanzó a sujetar,
se levantó del piso después de observar la situación y dio la orden de evacuar
el avión, saltando él primero y, alcanzando a salir tres más de ellos, mientras
el avión comenzó a entrar al Stall, y como el procedimiento para salir de
aquello consiste en máxima potencia de motores, el avión entró en picada
violenta hasta estrellarse.
En
cuanto a mí, si bien los motivos que me impulsaban no tenían nada que ver con
presagios, mi resistencia y oposición a realizar el vuelo me resultaba extraña a
mi aceptación y acomodo habitual a ese tipo de dificultades, pero he llegado a
la conclusión que las fuerzas cósmicas trabajaron todas a mi favor para no ser
yo quien cayera en dicha oportunidad y, también, que algunos de los caídos,
principalmente el Causante, Alamiro y Julio, premonizaron su accidente y
muerte. También concluyo que a varios de los intervinientes, nos faltó visión y
determinación para haber vislumbrado el peligro de no descalificar a tal peligroso integrante en su oportunidad,
aunque como dije antes, no era infrecuente que alguno lo hiciera o pasara por
tales episodios, rehabilitándose en el transcurrir de su actividad.
Espero
lograr que esta historia fidedigna, descarnada y objetiva, sea clarificadora a
nuestros compañeros de curso y, principalmente, pueda llegar a ser de interés pedagógico
a futuras generaciones de aviadores u otras actividades que puedan encontrar el
ello una función práctica para llegar a tomar decisiones oportunas y certeras
para, aún ocasionando alguna consecuencia indeseada, pudiese evitar tragedias mayores
Santiago,
05 Diciembre 2020
Luis
Alejandro González Iñiguez.