En
el proceso de inducción, apenas llegamos a Albrook Field en la Zona Del Canal,
junto con las instrucciones orales, se nos entregó un instructivo mediante el
cual se nos entregaban pautas del comportamientos a observar. En lo que
mas se hacía énfasis, se refería a que cuando tuviéramos salidas francas, por ningún
motivo un estudiante de IAAFA debía concurrir a ciertos lugares o centros de
entretención de la Ciudad de Panamá, so pena de ser arrestado por la Policía
Militar Norteamericana, quienes hacían patrullaje frecuente acompañados por
elementos de la Guardia Nacional panameña. Lo verdaderamente curioso era que en
el instructivo se incluían sus características y ubicación exacta, hasta con
número de domicilio y Nº de teléfonos. Para ser un lugar prohibitivo para
nosotros los estudiantes, resultaba incongruente que se nos entregara tantos
detalles. Y, como buenos chilenos, lo primero que hicimos mayoritariamente, fue
precisamente eso: ir a donde se nos prohibía hacerlo.
Hacia Río Abajo, se encontraban varios locales de
diversión, tales como “La Pollera Roja”, “El Papagayo”, “Colombina”, etc. y ,
especialmente y con mucho énfasis “La Gloria”. Este era un local grande y luminoso
(en comparación a aquellos conocidos de calle Maipú, Herrera, San Martín, San
Camilo, Etc., de Santiago, o Calle Chueca de Pto. Montt, Casa de piedra de Pta
Arenas, La tía Eliana y varios otros de Antofagasta, calle Thompson de Iquique, La
tía María de Balmaceda, Casa del Sol del Elqui entre Serena y Coquimbo, Tia
Juanita de Arica, La Mary de Coyhaique, El Ranchito rojo de alrededores de
Castro, La Tortilla de Rescoldo Pelúa de Chillán etc, etc.,Bueno, todo esto
conforme las versiones y aseveraciones de quienes conocían ya esos lugares de
“dudosa reputación”, lo cual a mi no me consta). La verdad nos dejaba
sorprendidos por lo vistoso, poco reservado y concurrido del local, el cual
contaba incluso con policías de la Guardia Nacional resguardando el área (al
principio pensé que estaban de porteros) y hasta con cajera para recaudar por
anticipado el importe de las “prestaciones de servicios sexuales” antes de
asignarles la habitación a utilizar para el efecto.
Entre los osados que llegamos “de pura casualidad”
por allí, se encontraba el ya afamado y reconocido por todos como el “Burro Salinas”,
debido, entiendo, a sus largas orejas, aunque otros aseguran que más bien por
estar “poderosamente armado y aperado”. Al respecto, sus compañeros de
especialidad discutían respecto de cual “pesaba más” entre éste y el “Burro
Zamora”. Bueno, yo creo tener cierto grado de certeza al respecto, después de
vivir la experiencia del presente relato.
En el interior, en ambiente luminoso y festivo, en
el cual para mi sorpresa también había un par de policías panameños con caras
amistosas, uno podía apreciar visualmente a las eventuales “víctimas” de
nuestros deseos lujuriosos y compartir un rato antes de hacer la elección
correspondiente. Las féminas, de diferentes nacionalidades, en general estaban
muy bien, pero de pronto surgió una bella agraciada panameña destacándose entre todas
por sus atributos de armónica belleza, ya que, sin ser exuberante y de estatura
media, resultaba ser la mas bella entre todas (parecida a “Kiriqui” del NCO
Club) quién, al igual que hacíamos nosotros, también buscaba al mas agraciado
de los asistentes, posando su mirada y ofreciendo sus mejores sonrisas al ya
mencionado Luis Arturo, quien, por supuesto, antes que otro la requiriera,
solicitó rápidamente sus servicios, a lo cual ella gustosamente accedió,
habiéndome antes a mi y a algún otro, mirado por sobre el hombro y pareciéndole
quizás insuficientemente gallardo y varonil a la altura de sus encantos.
La cajera
recibió el importe por la “prestación” y dio el pase para que subieran a la
habitación correspondiente. Yo y otros quedamos en el lugar a la espera de una
mejor oferta, ya que por esperar la opción de la antes mencionada lindura, ya
habían sido elegidas las mejores alternativas, quedando sólo el “raspado de la
olla”.
En la espera infructuosa, pasaron unos 10 minutos,
escuchamos un alboroto en el piso superior y, de pronto cuando resultaba ya
preocupante, vemos bajar la escalera a la bella prostituta (de la cual ya
estábamos enterados que tenía vasta experiencia y ser la más solicitada por
años en el lugar), gesticulando con grandes aspavientos, seguida por un
impávido, sorprendido, pálido pero sonrojado y avergonzado “Burro”. Ella
vociferaba con su típico acento caribeño que, por muy prostituta que fuera,
sólo daba sexo a humanos, no a animales y que ella no se prestaba de ningún
modo a eso, que él era una verdadera bestia, que ningún dinero valía el daño
que sufriría si lo hacía con éste y se negaba terminantemente a cumplir con el
servicio pactado, por lo cual le exigió a la cajera que le devolviese el dinero
pagado al cliente. Fué tanto el alboroto, que todo mundo se aglomeró e incluso
de las habitaciones empezaron a asomarse parejas desnudas e intrigadas, y hasta
los policías se hicieron presentes para controlar la situación. Luis Arturo no podía
creer tampoco lo que le estaba pasando, pero aceptó la devolución de su dinero;
los demás no entendíamos nada, estábamos atónitos y dudábamos de cómo
reaccionar: si armábamos alharaca, si destrozábamos algo, si le reclamábamos a
la “autoridad”, en fin que hacer.
La hermosa reticente, como para volver a la
normalidad, fijó ahora su mirada en mí, y con su mejor sonrisa me dice: tu
también querías conmigo, ahora podemos ir, a lo que le respondí muy amable y
galantemente: “Claro, con todo gusto, siempre que antes te vayas un ratito
laaaargo a la CTM ¡¡¡¡¡
Sentí que
con eso satisfacía mi intimo deseo de desagravio por la vergüenza y rabia
colectiva recibida, luego de lo cual todos los chilenos asistentes abandonamos
indignados el lugar, indignación que antes de retirarnos ya había desaparecido,
claro, cuando sopesamos la situación y nos dimos cuenta que jugaba a nuestro
favor, toda vez que hubieron decenas de testigos de los otros países de la
Academia, así como turistas y nativos asistentes, los cuales ayudarían a
acrecentar la buena fama de los chilenos, ahora, además, como machos recios muy
bien “proporcionados” y castizos.
De hecho, más de una ves, después de saber que yo
era chileno, me miraban con picardía y llevaban sus miradas fijándose en el
tamaño de mi calzado (sólo 39), de mis manos, de mi pulgar, en fin, de
cualquier método comúnmente utilizado para comprobación previa, que fuera
diferente a la primera impresión otorgada por mi físico mas bien menudo. No me
quedaba entonces, a falta de “envergadura”, más que redoblar mis esfuerzos y
mejorar mis técnicas para no defraudarlas.
¡Gracias, querido y siempre bien recordado Luis
Arturo! No sabes el bien que me hiciste al obligarme, producto de esta
experiencia, a superar mis déficit y limitaciones, con resultados exitosos
hasta el día de hoy, al decir de muchas¡¡¡¡
(Modestamente... hasta algún aplauso he cosechado
y mas de algún “Viva Chile Mierda”, también.-
1 comentario:
¡ESE ES MACHO , MIERDA!!
(machomenos no má)
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