miércoles, 4 de marzo de 2015

“LA GLORIA” Y EL “BURRO”


En el proceso de inducción, apenas llegamos a Albrook Field en la Zona Del Canal, junto con las instrucciones orales, se nos entregó un instructivo mediante el cual se nos entregaban pautas del comportamientos a observar. En lo que mas se hacía énfasis, se refería a que cuando tuviéramos salidas francas, por ningún motivo un estudiante de IAAFA debía concurrir a ciertos lugares o centros de entretención de la Ciudad de Panamá, so pena de ser arrestado por la Policía Militar Norteamericana, quienes hacían patrullaje frecuente acompañados por elementos de la Guardia Nacional panameña. Lo verdaderamente curioso era que en el instructivo se incluían sus características y ubicación exacta, hasta con número de domicilio y Nº de teléfonos. Para ser un lugar prohibitivo para nosotros los estudiantes, resultaba incongruente que se nos entregara tantos detalles. Y, como buenos chilenos, lo primero que hicimos mayoritariamente, fue precisamente eso: ir a donde se nos prohibía hacerlo.
Hacia Río Abajo, se encontraban varios locales de diversión, tales como “La Pollera Roja”, “El Papagayo”, “Colombina”, etc. y , especialmente y con mucho énfasis “La Gloria”. Este era un local grande y luminoso (en comparación a aquellos conocidos de calle Maipú, Herrera, San Martín, San Camilo, Etc., de Santiago, o Calle Chueca de Pto. Montt, Casa de piedra de Pta Arenas, La tía Eliana y varios otros de Antofagasta, calle Thompson de Iquique, La tía María de Balmaceda, Casa del Sol del Elqui entre Serena y Coquimbo, Tia Juanita de Arica, La Mary de Coyhaique, El Ranchito rojo de alrededores de Castro, La Tortilla de Rescoldo Pelúa de Chillán etc, etc.,Bueno, todo esto conforme las versiones y aseveraciones de quienes conocían ya esos lugares de “dudosa reputación”, lo cual a mi no me consta). La verdad nos dejaba sorprendidos por lo vistoso, poco reservado y concurrido del local, el cual contaba incluso con policías de la Guardia Nacional resguardando el área (al principio pensé que estaban de porteros) y hasta con cajera para recaudar por anticipado el importe de las “prestaciones de servicios sexuales” antes de asignarles la habitación a utilizar para el efecto.
Entre los osados que llegamos “de pura casualidad” por allí, se encontraba el ya afamado y reconocido por todos como el “Burro Salinas”, debido, entiendo, a sus largas orejas, aunque otros aseguran que más bien por estar “poderosamente armado y aperado”. Al respecto, sus compañeros de especialidad discutían respecto de cual “pesaba más” entre éste y el “Burro Zamora”. Bueno, yo creo tener cierto grado de certeza al respecto, después de vivir la experiencia del presente relato.
En el interior, en ambiente luminoso y festivo, en el cual para mi sorpresa también había un par de policías panameños con caras amistosas, uno podía apreciar visualmente a las eventuales “víctimas” de nuestros deseos lujuriosos y compartir un rato antes de hacer la elección correspondiente. Las féminas, de diferentes nacionalidades, en general estaban muy bien, pero de pronto surgió una bella  agraciada panameña destacándose entre todas por sus atributos de armónica belleza, ya que, sin ser exuberante y de estatura media, resultaba ser la mas bella entre todas (parecida a “Kiriqui” del NCO Club) quién, al igual que hacíamos nosotros, también buscaba al mas agraciado de los asistentes, posando su mirada y ofreciendo sus mejores sonrisas al ya mencionado Luis Arturo, quien, por supuesto, antes que otro la requiriera, solicitó rápidamente sus servicios, a lo cual ella gustosamente accedió, habiéndome antes a mi y a algún otro, mirado por sobre el hombro y pareciéndole quizás insuficientemente gallardo y varonil a la altura de sus encantos.
 La cajera recibió el importe por la “prestación” y dio el pase para que subieran a la habitación correspondiente. Yo y otros quedamos en el lugar a la espera de una mejor oferta, ya que por esperar la opción de la antes mencionada lindura, ya habían sido elegidas las mejores alternativas, quedando sólo el “raspado de la olla”.
En la espera infructuosa, pasaron unos 10 minutos, escuchamos un alboroto en el piso superior y, de pronto cuando resultaba ya preocupante, vemos bajar la escalera a la bella prostituta (de la cual ya estábamos enterados que tenía vasta experiencia y ser la más solicitada por años en el lugar), gesticulando con grandes aspavientos, seguida por un impávido, sorprendido, pálido pero sonrojado y avergonzado “Burro”. Ella vociferaba con su típico acento caribeño que, por muy prostituta que fuera, sólo daba sexo a humanos, no a animales y que ella no se prestaba de ningún modo a eso, que él era una verdadera bestia, que ningún dinero valía el daño que sufriría si lo hacía con éste y se negaba terminantemente a cumplir con el servicio pactado, por lo cual le exigió a la cajera que le devolviese el dinero pagado al cliente. Fué tanto el alboroto, que todo mundo se aglomeró e incluso de las habitaciones empezaron a asomarse parejas desnudas e intrigadas, y hasta los policías se hicieron presentes para controlar la situación. Luis Arturo no podía creer tampoco lo que le estaba pasando, pero aceptó la devolución de su dinero; los demás no entendíamos nada, estábamos atónitos y dudábamos de cómo reaccionar: si armábamos alharaca, si destrozábamos algo, si le reclamábamos a la “autoridad”, en fin que hacer.
La hermosa reticente, como para volver a la normalidad, fijó ahora su mirada en mí, y con su mejor sonrisa me dice: tu también querías conmigo, ahora podemos ir, a lo que le respondí muy amable y galantemente: “Claro, con todo gusto, siempre que antes te vayas un ratito laaaargo a la CTM ¡¡¡¡¡
 Sentí que con eso satisfacía mi intimo deseo de desagravio por la vergüenza y rabia colectiva recibida, luego de lo cual todos los chilenos asistentes abandonamos indignados el lugar, indignación que antes de retirarnos ya había desaparecido, claro, cuando sopesamos la situación y nos dimos cuenta que jugaba a nuestro favor, toda vez que hubieron decenas de testigos de los otros países de la Academia, así como turistas y nativos asistentes, los cuales ayudarían a acrecentar la buena fama de los chilenos, ahora, además, como machos recios muy bien “proporcionados” y castizos.
De hecho, más de una ves, después de saber que yo era chileno, me miraban con picardía y llevaban sus miradas fijándose en el tamaño de mi calzado (sólo 39), de mis manos, de mi pulgar, en fin, de cualquier método comúnmente utilizado para comprobación previa, que fuera diferente a la primera impresión otorgada por mi físico mas bien menudo. No me quedaba entonces, a falta de “envergadura”, más que redoblar mis esfuerzos y mejorar mis técnicas para no defraudarlas.
¡Gracias, querido y siempre bien recordado Luis Arturo! No sabes el bien que me hiciste al obligarme, producto de esta experiencia, a superar mis déficit y limitaciones, con resultados exitosos hasta el día de hoy, al decir de muchas¡¡¡¡

(Modestamente... hasta algún aplauso he cosechado y mas de algún “Viva Chile Mierda”, también.-

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡ESE ES MACHO , MIERDA!!
(machomenos no má)