domingo, 21 de junio de 2015

¡¡¡ LA T-33 Y LA F-80 !!!

Al egresar, a nuestra Escuadrilla de "Súper-Alumnos” se le dispuso mantenerse el resto del semestre en la “EE.EE.”, mientras se tramitaban las destinaciones definitivas, por lo cual fuimos incorporados a un rol de centinelas de guardia en los diferentes puestos que le correspondían a la Escuela dentro de la Guarnición Aérea El Bosque. Me tocó debutar en el “Casino Mabille” de Oficiales, impactándome entonces con sus características arquitectónicas y el particular ornato y decoración que aquellos aviadores de la “elite” habían desarrollado en ese singular palacio. De acuerdo a la mitología aviática, antigua residencia del “Marqués de Mabille”.
El caso fue, que al terminar mi turno a la medianoche, había gran alboroto entre mis demás compañeros y cuchicheos acompañados de risitas picarescas Extrañado, me respondieron haber escuchado que todos los centinelas de esa noche habrían de salir a volar en T-33 y F-80. Luego, mas abiertamente, los que estaban en mejor conocimiento de la situación, comentaron que centinelas más antiguos habían introducido a dos “amabilísimas damitas”, a fin de hacer debutar a los centinelas recién egresados y pudieran experimentar y vivir los “riesgos” del servicio de guardia y su sistema de seguridad.
Intrigados y morbosos también, nos dirigimos a verificar y en lo posible participar de esa “bizarra experiencia”. Cerca de la copa de agua, había un cuartito del cual nunca supe su funcionalidad, y donde había ya una fila de espera, esperando turno para “salir a volar”. Mientras también esperaba entre los curiosos y expectantes, me comentan  que ya habían pasado varios “turnos” ya que el “arribo del material de vuelo” se había efectuado pasadito de las 21:00 hrs., y que a esas horas sólo faltaba nuestro turno. Una hora más tarde, se nos dijo a los que esperábamos y curioseábamos y nos reíamos de quienes aseguraban estarían mínimo media hora en el interior y, sin embargo, salían en cinco minutos y arreglándose la ropa de vuelo, que las “copilotas instructoras” habían decidido que ya estaban “saturadas” de tantas horas de vuelo y, más encima; con tanto piloto imberbe e inexperto que les había tocado, por lo cual, daban por concluido el “ejercicio”. Pifias, risas, reclamos por parte de todos los que aguardábamos afuera, pero, poco a poco, fuimos entendiendo que la jornada había sido necesariamente muy “dura y extenuante” para aquellas heroicas y aguerridas representantes de nuestro material aéreo institucional, cada una de las cuales debía su seudónimo al material en el cual habitualmente “remontaban el vuelo al infinito y más alláááá....¡¡¡”: El broche de oro final a esa inolvidable experiencia, lo cerró nuestro querido y nunca suficientemente bien ponderado “Castor-Mono”, de quien nunca nadie podrá, ni siquiera bajo suplicio, (siempre que no pase de dos sahüer seguidos que podrían debilitar mi firme propósito), hacerme recordar su patronímico. Pues bien; ví como nuestro querido Mono, al cual le hubiera correspondido el siguiente turno, se aferraba a la puerta del cuartito, llamando insistentemente y rogando lastimeramente, con frases como estas: “Señorita” por favor, ábrame, si soy el ultimo”¡¡; he estado esperando taaaantooo¡¡¡, por favooor señoritaaa,“ le juro que no hay nadie mas”, “por favor..., le prometo que una vez no más...”, “ya, pues señorita..., si la hago cortita... no sea malita....”, etc. Etc. Al cabo de mucho rato y golpes infructuosos a la puerta, nos fuimos retirando, sin que al monito se le hubiera permitido el acceso a realizar su “vuelo de práctica profesional”.
Dicen los que dicen saber, que no obstante, nuestro héroe castor esa noche fue inclaudicable en mantenerse en vigilia, esperando que , por último al amanecer, ya las heroínas se hubiesen repuesto, se compadecieran y por fin recibiera la merecida recompensa a su perseverancia, fruto de sus desvelos y desesperanzas de esa noche. Desgraciadamente, hubo un momento en que debió separarse de la vigilancia de la puerta por tener que ir a “las casitas”, momento que aprovecharon los antiguos para escoltarlas a la salida subrepticiamente, de suerte que al regresar nuestro héroe a su puesto de vigilancia, se habría mantenido allí hasta el amanecer, insistiendo hacia el interior de tanto en tanto con sus ruegos. Eso habría durado hasta la entrega de la guardia si los más antiguos no se hubiesen compadecido de nuestro Mono-aviático y le abrieron la puerta para que comprobase personalmente que nadie había en el interior del “Simulador de Vuelo”. El desconsuelo se reflejaba claramente en sus ojos vidriosos...
Que bella, instructiva y conmovedora historia profesional,...¿Nó?       

L. González I.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

....MUY INSTRUCTIVO Y PROFESIONAL.....

Jorge Reyes dijo...

Excelente historia creo que algo escuche sobre esa vivencia que tuvieron algunos cursetes pero todo quedo como un voladero de luces porque nadie lo ratifico ni comprobo en los dias posteriores. Bonita epoca aunque muy breve porque a medidados de agosto nosotros partimos en un DC-6B rumbo a Antofagasta. Yo tambien hice guardia en Tantauco y cuando pasaba por la casa de Muñoz Bonilla siempre lo pillaba cantando. Una noche estando de turno con Chispo Ortiz en pleno julio de 1969 se acerco un señor y nos pregunto si teniamos capote porque hacia un frio caballo, era nada menos que Agustin Rodriguez Pulgar, se acuerdan de el? Saludos.